Desde que Augusto Comte publicó su Catecismo positivista en 1852 la Ciencia ha venido consolidándose como la Religión de la Modernidad. Sus encíclicas son las publicaciones científicas y sus herejes los investigadores y científicos que mantienen posiciones críticas con las teorías establecidas como dogmas. Y obviamente la Religión Científica también tiene sus fanáticos extremistas, una secta de fundamentalistas radicales que se cree en posesión de la verdad absoluta y se auto-arroga la representación de la comunidad científica. Fanáticos que en sus publicaciones y páginas web utilizan la descalificación personal, el insulto, la calumnia y la injuria como “argumentos”.
Jesús García Blanca.
Artículo publicado en el número 135 (febrero, 2011) deDiscovery Salud.