Nuestras emociones, como los demás procesos de nuestro organismo, siguen el ritmo universal de carga y descarga. Si las bloqueamos en nuestro interior sin dejar que se expresen, nuestro grado de tensión aumenta y puede ocasionar desequilibrios psíquicos y físicos.
Una buena higiene emocional consiste en reducir la entrada de emociones dañinas y mejorar su salida en forma de gritos, llanto o ataques de risa.
No sólo nos nutrimos de alimentos, también de emociones que entran, nos dejan huella y deben ser descargadas.
Jesús García Blanca. Artículo publicado en el número 76 (diciembre, 2011) de Mente Sana.