Los que llevamos muchos años en las trincheras de la lucha
social sabemos muy bien que los bandos en liza son fundamentalmente dos: los de
Arriba y los de abajo, y por tanto que las múltiples batallas en las que nos
embarcamos forman todas -de un modo u otro- parte de una guerra única, la de
los de abajo contra los de Arriba.
Como es evidente que esa guerra de resistencia se prolonga
desde hace -pongamos- diez mil años, a algunos nos parece que a efectos de
agitar la rebelión, más que explicar por qué mandan los de Arriba, lo que hay
que hacer es preguntarse por qué obedecen los de abajo.
La Boétie lo planteaba así:
“¿qué es ese monstruoso vicio que no merece siquiera el
nombre de cobardía, que carece de toda expresión hablada o escrita, del que
reniega la naturaleza y que la lengua se niega siquiera a nombrar? Sin embargo,
si un país no consintiera dejarse caer en la servidumbre, el tirano se
desmoronaría por sí sólo, sin que haya que luchar contra él, ni defenderse de
él. La cuestión no reside en quitarle nada, sino tan sólo en no darle nada”.
La Psicología de Masas –una de las más importantes
aportaciones de Wilhelm Reich a esta guerra de guerrillas contra los de Arriba-
constituye una herramienta fundamental para entender, no ya fenómenos tan
aparentemente misteriosos como la guerra o el ascenso al poder de líderes
autoritarios como Hitler, sino la estrategia de fondo del Poder en las últimas
décadas que Reich no pudo ya contemplar.
Corría el año 1933 cuando Wilhelm Reich se lanzó a analizar
el fenómeno de la victoria del fascismo partiendo de una pregunta: “¿qué
entorpece la conciencia de responsabilidad en la gente?”. Dicho de otro modo:
es fácil explicar por qué roba un hambriento o por qué un obrero explotado va
la huelga. Lo difícil es explicar por que no roban todos los hambrientos o por
qué no van a la huelga todos los obreros explotados.
POR QUÉ SOMOS IDIOTAS
La respuesta de Reich es tan simple como rotunda: “Todo
orden social produce en la masa de sus componentes las estructuras de carácter que
necesita para alcanzar sus fines”.
Dicho más claramente: los centros de reclusión y represión
desbordan ampliamente el recinto de la cárcel: las guarderías, las escuelas, la
familia autoritaria, los hospitales o los manicomios, no sólo forman parte de
esa misma lógica disciplinaria, sino que constituyen una pieza clave en el
origen del control.
No se trata aquí de cuestionar los conocimientos que nos
trasmite el complejo aparato educativo –que no empieza ni termina en la
escuela- sino de cuestionar los mecanismos que utilizan y los automatismos que
implantan.
Cuando el maestro pregunta al alumno cuanto son dos más dos,
lo de menos es que sepa la respuesta correcta, lo verdaderamente importante es
que interiorice quién hace las preguntas y quién debe responder; quién se
limita a responder cuando le preguntan y quién decide si la respuesta es o no
correcta.
El resultado es una masa de ciudadanos a los que podría
describirse con estas esclarecedoras palabras del propio Reich: “esclavos de noimporta quién”.
Los helenos llamaban "idiota" (ἰδιώτης) a los ciudadanos
que no acudían a la asamblea y dejaban a los demás la decisión de los asuntos
públicos.
Están ahí, caminan entre nosotros, trabajan junto a
nosotros, compran el periódico y toman café muy cerca nuestro; sólo que en
ellos ha penetrado –hasta los tuétanos- el ácido del adoctrinamiento: son
incapaces de sentir, de emocionarse, de conmoverse ante el sufrimiento no diré
de millones de seres humanos, para eso tendría que saber que existen, conocer
sus problemas, sus necesidades... nada de eso: están aterrorizados ante la mera
perspectiva de compartir, de relacionarse y vivir de verdad, de que algo que no
sea la apatía y el frío utilitarismo ocupe un sólo segundo de sus vidas.
Las raíces de la
dominación
Podría decirse que hay dos niveles fundamentales –con
múltiples capas superpuestas- en las estrategias de dominación: el que opera en
la superficie y el que lo hace en las profundidades.
En los niveles superficiales los cambios son constantes y el
contexto es el presente; en los niveles profundos por el contrario se mantienen
las estructuras y el contexto es el pasado, el pasado de cada cual, las raíces,
los automatismos arcaicos...
Cuanto más se profundiza en las capas de esclavitud más se
cierra el círculo de los rebeldes: cuanto más atrás en el aprendizaje de la
esclavitud, menos capaces de reconocerlo, de desmadejarlo, de desenmascararlo,
de oponerse a sus efectos.
En correspondencia, podemos igualmente distinguir dos
niveles de desobediencia. En la superficie existe una desobediencia
puntual que cuestiona productos ocasionales de las sucesivas élites que usan el
poder: leyes injustas, medios de comunicación de masas...
A medida que se profundiza, se tensa la dialéctica del
poder: el sistema está concebido para aceptar un cierto nivel de
cuestionamiento –aún más: esa contestación puntual es parte del mecanismo de acción del
poder.
Pero llega un punto en el que saltan las alarmas: es
entonces cuando nos hallamos en el segundo nivel, en las profundidades de la
infamia, en las simas de la esclavitud automática. Ahí, la desobediencia radical
cuestiona elementos centrales de la dinámica del poder: jardines de infancia,
hábitos de crianza...
contra el sistema
médico-educativo
La guerra contra los de Arriba debe desplazarse hacia el
sabotaje de los mecanismos de adoctrinamiento. En lugar de afanarnos en apabullante
desventaja contra los resultados de la manipulación, es decir, la idiotez, dediquémonos
a minar los instrumentos de manipulación para sabotear los resultados.
Eso significa empezar a cuestionar de raíz el sistema
médico-educativo. Y no hablo de defender la "Sanidad Pública" o la
"Escuela Pública", sino el modelo médico dominante y el modelo
educativo dominante, ambos con los mismos objetivos finales: domesticar al ser
humano.
LECTURAS ADICIONALES RECOMENDADAS:
Contra la educación. Jesús García Blanca. Charla-Debate en Plural-21. Barcelona, octubre, 2013.
Inevitable colapso del sistema sanitario. Jesús García. Discovery DSalud, 150, junio 2012
¿Qué hay tras la privatización sanitaria? Jesús García. Discovery DSalud, 159, abril 2013
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