Hace poco más de veinte años que -en una de mis habituales incursiones a los sótanos de la hemeroteca de la Facultad de Letras de Granada- cayó en mis manos un texto de Agustín García Calvo publicado en la revista Archipiélago que por supuesto me hipnotizó inmediatamente: Contra la Paz.
Poco después respondí a su famosa petición pública para que sus lectores le ayudaran a pagar una multa a hacienda; ese gesto trajo como consecuencia ciertas idas y venidas de cartas en relación con proyectos de información rebelde que finalmente no cuajaron. Pero sus ideas se convirtieron para mí en una referencia obligada, en un sendero de descubrimientos y consuelo intelectual.
Lo conocí una noche de 1999 en Cádiz durante un corto paseo junto al Parque Genovés tras una de sus rotundas intervenciones ante estudiantes de la Facultad de Letras. Poco después, Agustín escribió algunos textos mencionando el cuestionamiento del Montaje SIDA junto a otros ataques suyos al Modelo Médico. Un día de ese mismo año, Agustín e Isabel Escudero me llamaron para contarme que el diario El País se había negado a publicar un texto crítico suyo sobre el SIDA -conservo la carta de rechazo firmada por Javier Pradera y que me hizo llegar Agustín.
Hablé con él una última vez en 2007, cuando tuvo la paciencia de explicarme los matices que diferencian el heleno arcáico, del clásico y del que se hablaba en la época helenística, datos estos que yo necesitaba para mi novela El Segundo Río.
Y en todos esos años, sus escritos en Archipiélago, colaboraciones ocasionales e inesperadas en diarios de gran tirada que le cedían un huequito y sobre todo, sus libros, inolvidables retos a la inteligencia y a las ideas establecidas... echaré de menos al rebelde demoledor, entrañable, caótico y quizá un pelín desesperado que era Agustín.
Dejo aquí el texto que parí en el verano de 1993, recién leídos sus libros sobre los presocráticos:
Contra Agustín García Calvo
o como hablar con lo que habla a la gente que no se cuenta contra la realidad de la mentira o la mentira de la realidad, procurando estorbar un poco a los administradores de la muerte que, en nombre de estado y capital, gestionan la demotecnocracia o tecnodemocracia compuesta de masas contadas de individuos personales, clientes despilfarradores, que conducen para nada los automóviles del progreso progresado por las autovías del futuro, que es la muerte
01. Nada d e b e r í a existir.
02. Si se nos ocurriera por ejemplo que permitiéramos que algo existiera, d e b e r í a ser incognoscible.
03. Y si aún nos diéramos a la debilidad de permitir que algo existiera y fuese cognoscible, d e b e r í a ser incomunicable.
1. Que es que:
111. No deberíamos definir lo indefinido, que es conocer lo intemporal, que es medir lo que no se sabe, que es matar de antemano lo que tal vez hubiera podido quién sabe vivir;
112. por otra parte, tampoco deberíamos permitir que exista, contradictoriamente en el espacio y en el tiempo, lo que está ya definido porque:
1121. si pretendiéramos permitir que siempre existió no es indefinido y siempre se sabe lo que está sabido y se hace lo que está hecho que es nada;113. queda naturalmente la posibilidad de permitir que lo definido y lo indefinido eksistan a la vez, pero disponemos mal que nos pese del principio de contradicción para impedirlo convenientemente a tiempo.
1122. y si comenzó a existir en algún momento que pudiéramos tal vez permitir fue a partir de algo previamente definido o indefinido, algo que se sabe lo que es o que no se sabe lo que es, con lo que es fácil ver que volvemos a 1121 o 1122, osea a decir lo que ya estaba dicho que es no decir nada;
121. Pero para el caso, que debería ser remoto, en que permitiéramos la existencia de Ideas, siempre serían éstas definición y nunca indefinidas, siempre serían Muerte y nunca vivas, siempre vendrían de Arriba y nunca de abajo.
131. Y aún si se pudiera Uno permitir algo de esto que no se debe permitir, no serviría para nadie más, para ningún Individuo o Persona o Cliente o masa de Ellos, porque todos y cada Uno (bien contados y definidos) costituyen (aunque haya grietas y demás errores) la Realidad, osea la Mentira, formada por el mundo en que se habla y el mundo de que se habla, y vaya a saber qué es lo que nos queda fuera; osea, n o vaya a saberlo.