Casi simultáneamente con la publicación de la traducción italiana de mi libro sobre Reich, el grupo editorial Macro dedicó un dossier especial a Reich en su revista Scienza Conoscenza
para el que me pidieron un texto especial que relatara cómo decidí escribir un libro sobre el descubridor de la energía orgónica. Reproduzco aquí la versión en castellano de ese texto.

Reich
llegó a mis manos por primera vez allá por 1977. Se trataba del libro
La función del orgasmo. El descubrimiento
del orgón, publicado en España por la Editorial Paidos en su Biblioteca de
Psicología Profunda. Aquel libro -que aún reposa protegido por un forro de
plástico en mi biblioteca- me fascinó. Entendí muy poco, pero aquella mezcla de
reportaje científico, diario vital y crítica filosófica me dejó atrapado y me
impulsó a seguir leyendo lo que pude encontrar de su autor.
La lectura
de su obra me impulsó a recorrer una multitud de caminos en los campos de la
educación, la ecología y la salud, que con los años determinaron mi actividad
como escritor de investigación. Reich me condujo a Neill y su carismática
visión de la educación que me impulsó en su día a estudiar magisterio y que
inspiró la forma en que me he relacionado con mis hijos. Y no solo eso, le debo
a Reich mi aproximación crítica a la realidad, mi rebeldía y el cuestionamiento
sin concesiones de la autoridad.
Y aquí
estoy, cuarenta años después, procurando compartir lo que he aprendido y
conseguir que este personaje excepcional logre hechizar a la mayor cantidad de
gente posible. Con ese ánimo me decidí a escribir un libro que reuniera dos
características básicas: que respetara al máximo las ideas y los
descubrimientos de Reich con el rigor que él siempre se exigió en sus
investigaciones, y que fuera accesible para personas sin formación
especializada en las materias que Reich abordó.
UN LIBRO RIGUROSO Y DIDÁCTICO
Con esos
objetivos me planteé un libro con tres partes bien diferenciadas en cuanto a
tono, contenido y tratamiento. Una primera parte para contar la historia de
Reich, en un tono novelístico que trasmite todo el dramatismo de su peripecia
vital a partir de las biografías ya publicadas y de los diarios y la
autobiografía del propio Reich.
En la
segunda parte hago un recorrido por lo que denomino doce descubrimientos que
hubieran podido cambiar el mundo... y que de hecho pueden cambiarlo si
conseguimos que se abran paso entre la maraña de relaciones de poder que
obstaculizan el acceso a conocimientos vitales. Cada uno de estos
descubrimientos va enlazado con un itinerario de lectura que permite acceder a
la obra clave de Reich y a otros libros suyos o de otros autores que
profundizan en ese tema concreto.
Por
último, en la tercera parte explico cual ha sido el destino del archivo de
Wilhelm Reich con todo su legado intelectual, científico y humano, así como la
influencia que ha tenido su obra a nivel internacional en las disciplinas en
las que hizo aportaciones relevantes e incluso trascendentales: psicoterapia,
psicología social, educación, medicina, microbiología, biología, ecología y
muchas más.
ORGÓN: LA ENERGÍA PRIMORDIAL
Desde que
comenzó sus estudios de medicina, Reich se sintió atraído por la sexualidad y
el psicoanálisis y desde el principio se esforzó en plantear los trastornos y
el sufrimiento de sus pacientes en términos de energía, traduciendo a una
fórmula de economía energética la salud y la enfermedad, la capacidad de sentir
placer o la incapacidad que se traduce en angustia debido a las defensas que la
persona levantó para protegerse primero del exterior y después de sí mismo y a
las que Reich denominó "coraza".

Pero Reich
consideraba que los problemas no provenían de la estructura humana sino del
entorno social; en otras palabras, lo que había que "curar" no era a
las personas sino a una sociedad autoritaria y represora que los enfermaba. De
ahí que se convirtiera en un pionero de la psicología social y planteara muy
pronto cambios radicales en la forma de concebir, parir y criar a las criaturas
basándose en el respeto de la autorregulación de sus impulsos y necesidades.
Huyendo de
la `persecución del nazismo recorrió varios países europeos y se estableció un
tiempo en Noruega donde llevó a cabo experimentos con bioelectricidad y cruzó
la frontera de la biología descubriendo los fundamentos de la formación de
materia viva, lo que le condujo a su descubrimiento más importante y clave de
su obra posterior: la energía vital cósmica que denominó orgón.
La energía
orgónica era la energía de las antiguas tradiciones, la líbido que Freud
concebía de un modo casi metafórico y la fuerza de la que venían hablando las
corrientes vitalistas desde hacía siglos. Reich consiguió hacerla visible y
describir sus propiedades: libre de masa, presente en todas partes, en
constante movimiento, puede manipularse y controlarse mediante dispositivos
especiales, constituye el medio en el que se producen los fenómenos
electromagnéticos y gravitacionales, forma unidades de funcionamiento tanto
vivas como no vivas y es anterior a la materia que se crea a partir de ella.
Este
descubrimiento lo llevó a reformular toda su teoría psicoanalítica y
psicosocial y avanzar abriendo puertas insospechadas para mostrarnos las
relaciones ocultas entre fenómenos aparentemente inexplicables y dispersos: las
neurosis, el masoquismo, la escisión esquizofrénica, la maldad humana, la
violencia, la indolencia de las masas, su abandono en manos de líderes
autoritarios, la represión de la sexualidad, el maltrato a las criaturas, la
educación coercitiva, el origen de la vida, los interrogantes del cáncer, los
fenómenos atmosféricos, el comportamiento de los tornados o la formación de las
galaxias.
CAMBIAR LA SOCIEDAD
Desgraciadamente,
su honestidad provocó su trágico final: por una parte su coherencia científica
y moral que lo impulsó a no detenerse jamás; por otro, fue víctima de la lógica
destructiva que había cartografiado y que denominó plaga emocional, una biopatía crónica que se implanta en el ser
humano desde que nace y que se manifiesta tanto a nivel individual como social
pudiendo adquirir las proporciones de una pandemia, como es el caso de la
Inquisición en los siglos XV al XVII o el fascismo de los años treinta del
siglo XX.
Y es que
todos los descubrimientos de Reich ponen en cuestión o atacan directamente las
bases del sistema, y, más allá, aportan herramientas para enfrentarnos a él,
argumentos para la desobediencia, conocimientos para la rebeldía.
De hecho,
Reich predijo con impasible serenidad lo que iba a sucederle debido a las
reacciones de la plaga contra lo viviente y contra quienes -como el propio
Reich- pusieran en evidencia esas reacciones y sacaran a la luz los fundamentos
de las funciones naturales del vivir. Los continuos y violentos ataques de la
plaga hasta acabar con su vida demostraron efectivamente el descubrimiento
social más dramático de Reich: como individuos acorazados, aislados de la
naturaleza, aterrorizados de sus propios deseos, atrapados por la ira ante su
impotencia, desatan el infierno de la envidia, de la difamación, de la
represión contra la espontaneidad, la honestidad, la salud, la racionalidad y
la verdad conectada con la naturaleza.
Son los
mismos que en todas las épocas separan a los bebés recién nacidos de sus
madres, los mismos que castran sus impulsos sexuales y amorosos, los mismos que
destruyen su creatividad, los mismos que reaccionan con indiferencia al llanto
de un bebé... son los que difaman, persiguen, queman en las hogueras reales o
simbólicas a los investigadores honestos y sirven como brazos ejecutores contra
la verdad al servicio de los poderes que llevan demasiado tiempo controlando el
mundo.
CRIANDO A LOS NIÑOS DEL FUTURO

Frente a
esos brazos ejecutores que atentan contra la vida, debemos recuperar nuestra
parte animal, la que nos conecta con los ritmos naturales, con los flujos de
energía, la espontaneidad y, en definitiva, con lo vivo. Reich estableció con
precisión el papel de la familia patriarcal autoritaria que niega o reprime la
sexualidad infantil y adolescente perturbando los flujos energético y
provocando disfunciones físicas, mentales o emocionales; una labor
complementada cada vez a más temprana edad por sistemas educativos basados en
la disciplina, el castigo y la autoridad, la medicalización del embarazo y el
parto -arrebatados a la intimidad y la sexualidad de las mujeres- y una crianza
presidida por la separación de la diada madre-bebé, la imposición de protocolos
médicos y el empeño en que los bebés se acostumbren, se plieguen, se amolden,
se sometan de modo que los adultos acorazados satisfagan sus frustraciones y su
miedo a lo vital y espontáneo y que ha dado como resultado una sociedad enferma
e incapacitada para abandonarse a las emociones, a la libertad y a una
sexualidad sana.
Para ello,
Reich nos señaló una responsabilidad inexorable: criar a nuestros hijos en esa
"tierra de nadie" entre el presente acorazado y el futuro regido por
las leyes de la naturaleza; una responsabilidad que recae sobre quienes vivimos
en la confusión, rodeados por la plaga, cuestionados por ese orden social que
él combatió hasta su muerte.
La tarea
es por tanto proteger a nuestras criaturas de la plaga emocional, construir un
refugio con las herramientas que Reich nos dejó: contactar con nuestro lado
salvaje para que los cachorros humanos se mantengan a salvo en su ecosistema
primario: el cuerpo de la madre conectados primero a través del cordón
umbilical y luego en el exterior por ese otro cordón que es la leche materna,
el contacto piel con piel, la conexión orgonótica, la mirada, las caricias, el
pezón vivo.
Posibilitar
la autorregulación no consiste en seguir un conjunto de normas, una técnica
artificiosa ni un proceso intelectual, sino justo lo contrario: implica buscar
las grietas en nuestra propia coraza para comunicarnos con nuestras crías y
entender que deben seguir su propio camino. Supone un doble sufrimiento: el de abrir
nuestras heridas, que tanto nos costó cicatrizar, y el de aprender a soportar
la libertad y la capacidad de decidir su destino de esos hijos que quisiéramos
poseer para siempre pero que "son
hijos e hijas de la vida, deseosa de sí misma" -unas palabras que
podría haber escrito Reich, pero que escribió en 1923 el poeta libanés Jalil
Yibran.
Artículo
escrito para la revista Scienza e Conoscenza
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