Por tratarse de un caso especialmente mediático pero también extraordinariamente clarificador, reproduzco aquí en varias entregas, con permiso de nuestro editor, el capítulo 5 de la Primera parte del libro Vacunas: una reflexión crítica (Madrid, Ediciones i, Dr. Enric Costa Vercher y Jesús García Blanca). Animo especialmente en este caso a hacer comentarios críticos y a compartir reflexiones o preguntas en el grupo de facebook creado hace unos meses para debatir sobre el libro: Grupo de debate sobre libros.
(1) Difteria: Un nombre maldito para
una enfermedad común y corriente
De todas las nuevas vacunas antibacterianas que nos hemos
puesto los ciudadanos actuales del tercer milenio, vamos a tomar la de la
difteria como ejemplo de todas ellas; pero informando al lector de que su
historia y la información que aportaremos, es semejante a la de todas las
demás, es decir, todas las vacunas para prevenirnos de infecciones bacterianas
tienen, como decimos, la misma historia científica, la misma historia mediática
y comercial. Por eso, estudiando, la difteria que es una de las primeras
vacunas antibacterianas que reciben nuestros hijos, las damos todas por
estudiadas.
Como hemos dicho, la difteria era una enfermedad conocida
desde antiguo, los médicos españoles vitalistas de la época la llamaban
“garrotillo” y la trataban como una amigdalitis aguda (anginas) y la curaban.
Como explicaremos más adelante estos nombres históricos, el castizo garrotillo
y el internacional difteria, en realidad quieren nombrar o se refieren a un
cuadro patológico (enfermedad) de lo que comúnmente se conoce en la actualidad,
como unas anginas o adenoides febriles y con placas; los médicos actuales, en
nuestro argot técnico lo llamamos: una “faringo amigdalitis aguda con placas y
fiebre”… ¿hay algún lector que no conozca o que no haya pasado el garrotillo?
¿Hay algún lector de más de cuarenta años al que no le hayan extirpado las
anginas?... pues si así es, puede afirmar que ha tenido difteria y la curó.
Puesto que si el lector actual hubiera padecido ese cuadro de anginas, por
ejemplo, en 1940 se le hubiera etiquetado de diftérico… ¿por qué?... pues
porque las anginas agudas que casi todo el mundo conoce por experiencia y la
terrible difteria… son la misma enfermedad; como explicaremos inmediatamente.
Esa enfermedad tenía terrible fama de causar muertes a
montones sobre todo en poblaciones hacinadas en las ciudades industriales que
nacían en toda Europa, en hospicios de pobres y en comunidades miserables de
obreros y mineros… y también era frecuente su aparición masiva en los países
que se hallaban en guerra o en posguerra, situación muy frecuente en la
sociedad europea altamente competitiva del siglo de la revolución industrial y
de la primera mitad del siglo XX.
La difteria (o amigdalitis aguda) era bien conocida y
descrita por los médicos vitalistas que atribuían su presencia masiva, por
temporadas, al hambre y la miseria en general y, en particular, a las malas
condiciones climáticas y ambientales: Fríos y humedades, hambre y suciedad,
hacinamiento e insalubridad… sabían todo esto por pura experiencia milenaria,
puesto que si el lector quiere tomarse la molestia de repasar las epidemias de
difteria del último siglo aquí en Europa, comprobará que la difteria aparece en
épocas de guerra o de posguerra, de crisis económica, de inviernos fríos y
falta de infraestructuras… y en general cuando el nivel de vida de una
comunidad se derrumba por una razón o por otra, es decir, con la aparición del
hambre, la miseria y el frío… aparece el “garrotillo” o sea “la difteria” o sea
las “amigdalitis”, las faringitis, las bronquitis, las sinusitis y otitis, y
las neumonías… es decir para los médicos vitalistas las anginas eran una
consecuencia de la miseria y el frío.
En nuestra sociedad de abundancia, calefacción y confort,
las faringoamigdalitis agudas o anginas o difteria… son más escasas pero
existen… son consecuencia de excesos de bebidas frías, aires acondicionados,
excesos alimentarios y helados…
actualmente en un medio con recursos
e infraestructura suficiente, estas afecciones suelen curar, con o sin
tratamiento, en una semana de cuidados caseros u hospitalarios… pero esta
enfermedad tan común y fácil de curar en nuestra sociedad actual, resulta que
en situación mísera y a la intemperie, sin alimentos, sin calefacción y sin
caldos calientes… pueden ser mortales, como lo fueron en las abundantes guerras
y posguerras europeas cuando se les llamó y catalogó a todas estas situaciones
de amigdalitis aguda febril…como epidemias de difteria.
Parece ser que algo de razón tenían aquellos médicos
vitalistas puesto que en tiempos recientes, con el desmembramiento en la década
de los 90 de la U.R.S.S., se produjo una crisis económica en Rusia y, mientras
se reorganizaba, bajó su nivel de bienestar; al derrumbarse la economía algunos
ciudadanos no pudieron, durante unos años, disponer de energía suficiente para
calefacción y la falta de liquidez monetaria produjo escasez extrema y la
alimentación bajó de calidad, aumentó el alcoholismo etc… y precisamente en ese
país donde se presumía, con toda la razón, de tener a toda la gente vacunada…
durante esos años de crisis, de miseria social, pobreza y hambre, reaparecieron
unas cuantas epidemias invernales de difteria[1].
La reaparición de esos brotes de difteria en Rusia rompía un
silencio de esa enfermedad de cuarenta años, toda la gente estaba vacunada…
¿cómo pudieron aparecer tantos miles de casos de difteria? ¿No habían
funcionado las vacunas? No podemos responder a esta pregunta; pero lo que
podemos asegurar es que su “efecto preventivo y protector” si es que lo tiene,
no pudo compensar el efecto negativo del frío y del hambre que sufrieron los
ciudadanos rusos; aunque estuvieran todos obligatoriamente y previamente
vacunados contra la difteria. Los médicos vitalistas hubieran recomendado
comida caliente y abundante y refugio seguro para prevenir y curar esos casos
rusos de difteria o amigdalitis agudas.
Pero, como ya hemos contado, los vitalistas iban a ser desplazados
del escenario médico y, en 1880 Löfller presentó al presunto bacilo asesino Chorinebacterium
difteriae, como la causa de la difteria, como ocurrió con el cólera unos años
antes, también se le creyó un bacilo agresivo, alienígena y único responsable y
causa primera de la difteria. Como había ocurrido con Koch, el gobierno alemán
lo condecoró, la prensa lo vitoreó, recibió todos los premios académicos… ya
hemos dicho que la historia del descubrimiento de microbios y aplicación de
vacunas es igual en todos los casos, por lo que evitaremos repetir la historia
que ya hemos contado.
Décadas después, en los años cincuenta del siglo veinte, con
los adelantos en microbiología se supo que este bacilo no sólo no es
extranjero, no es un alienígena, sino que no tiene otro hábitat que el humano,
es decir, no compartimos su presencia con otros animales, el bacilo que
supuestamente causa la difteria es en realidad una especie endémica y exclusiva
del hombre.
Nosotros mismos somos el ecosistema donde habita de forma natural
este pequeño ser y sus familias afines. Acusarle a él de infectarnos es como si
un naturalista acusara a los pinos y robles, a los ciervos y comadrejas y demás
habitantes de un ecosistema de ser seres que infectan dicho ecosistema y
quieren acabar con él.
Y además, cuando los microscopios se hicieron más potentes
se vio con facilidad que poseemos varias especies de dicho bacilo y que habita
en casi todas las partes de nuestro cuerpo, mucosas, piel, vías urinarias,
tracto digestivo… y que tiene funciones protectoras, defendiéndonos por su
propia presencia de la colonización de esporas, hongos y otros posibles
invasores externos.
Pero como ocurrió con las otras vacunas, estos nuevos
conocimientos de la microbiología, no llevó a la clase médico industrial a replantearse
la utilidad y el sentido biológico de las vacunas; no se podía contradecir a
los creadores de la idea después de haberles idolatrado, no podían reconocer el
error de esa visión paranoica de la Naturaleza; los mismos médicos en activo habían
participado de toda la paranoia de los microbios, los catedráticos en activo
llevaban años de docencia enseñando a sus aprendices las ventajas de las
vacunas, haciendo apología de los nuevas medicaciones para matar microbios… y
los industriales no pensaban en perder el negocio precisamente ahora, cuando
dominaban el negocio y eran los que controlaban la política sanitaria mundial y
la enseñanza académica de toda la cultura científica y médica.
No iban a perder el negocio ni el prestigio, nadie tenía que
reconocer nada, ahora, la industria médica domina los espacios académicos y,
por eso, se sigue enseñando a los aprendices de médico que las vacunas siguen
teniendo sentido y además son necesarias; no se permite discusión alguna… Y
advierten a todos que no van a tolerar preguntas ni réplicas… y los médicos
vitalistas que queden y que adviertan a la población serán acallados, serán
denunciados y expulsados de los colegios de médicos.
[1]
Los países comunistas llevaron una política de vacunaciones casi totales desde
el final de la segunda guerra mundial. Presumían de paternalismo estatal y
llevaron la vacunación hasta los lugares más recónditos de sus países… cuando
llegó la crisis económica y energética y apareció la miseria social, volvieron
los viejos fantasmas: la difteria, la tuberculosis, la tos ferina… pero sobre
una población que estaba vacunada contra esas enfermedades durante
generaciones… ¿donde estaba el efecto protector? ¿en las vacunas o en la comida
y la calefacción?
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