(6) Historias de toda una vida… que no eran verdad
Llegados a este punto,
la propia información oficial del caso de Olot, todavía ofrece un punto
de reflexión y unos detalles que si los analizamos con sentido racional
seguramente llegaremos junto con el lector, a unas conclusiones que van a
desvelar que toda esta larga película de las vacunas y de los microbios, de
epidemias y sueros salvadores y de microbios asesinos… han sido historias de
nuestra vida que resultaron no ser verdad. Veamos:
Sabemos que sólo hay un método científico y seguro para
saber si hay difteria, según los propios técnicos del sistema oficial. Este
método nuevo es capaz de diagnosticar la difteria y de distinguirla claramente
de una amigdalitis, es el test PCR con menos de diez años en el mercado.
Con estos datos y estas fechas… y con la ayuda de nuestro
mejor aliado, el implacable tiempo… ahora que estamos al final de la película y
podemos ver a todos los actores, podemos preguntarnos con sentido lógico…
¿Con qué grado de objetividad científica puede afirmar una
estadística del ministerio de sanidad, como la que hemos mostrado, que en el
año cuarenta había muchos casos de difteria y que en los setenta ya no había difteria
en España, si ni en primera fecha, ni en la segunda se había aplicado el test
infalible que distingue, según la doctrina médica de última hora, a la
amigdalitis aguda de la difteria?
¿Cómo fue hecho el diagnostico diferencial en ese periodo,
si faltaban 50 años para que inventasen el test? ¿a ojo de buen cubero?… ¿o a base de ojo clínico… como Schneider?
¿Y cómo fue hecho ese diagnóstico diferencial en tiempos de
Lóffler (1880) y a principios del siglo veinte, cuando la prensa anunciaba
epidemias de difteria por todas partes y predicaba y aplicaba sueros
antidiftéricos?
¿Qué fue en realidad aquella famosa epidemia de difteria de
Alaska, mil veces narrada y cinematografiada, que nos dejó boquiabiertos a
todos los ciudadanos y convencidos de la “divina” bondad y de la necesidad
imprescindible de los sueros antidiftéricos?[1]
¿Cómo distinguían en aquellos tiempos las amigdalitis con
placas de la verdadera difteria?... Faltaban setenta años para que apareciera la prueba analítica infalible,
el test determinante de la PCR que se empezó a utilizar en microbiología
después del año 2000 y que descubrió que en Olot hay varios casos de difteria
cuando se pensaba que en España llevábamos treinta años sin ella…
Algún lector enterado en microbiología, para responder a
esta última pregunta, podrá intentar explicar que a principios de siglo veinte,
ya se podían lograr cultivos bacterianos y que con esos cultivos se podía
detectar la presencia del bacilo diftérico en las gargantas de los
amigdalíticos. Ante esta explicación hay que decir lo que ya hemos explicado
antes: todos los ciudadanos normales tenemos los cuatro tipos de especies de
bacilo diftérico, viviendo con nosotros, sin causarnos el menor daño. Por eso
no sirven los cultivos como diagnóstico, puesto que siempre daría positivo.
Esa es la causa de la reciente introducción de ese nuevo
test de la PCR que según la opinión oficial es la única prueba que juzga el
diagnóstico diferencial entre amigdalitis y difteria… pero… llega ciento
cincuenta años tarde… durante todo este tiempo… durante toda la larga película
han habido mil epidemias anunciadas oficialmente, se han administrado toneladas
de suero antidiftérico, se ha vacunado a millones de personas, se han escrito
leyes y libros, se han contado leyendas y se han hecho películas que nos han
llenado a todos de terror ante el microbio cruel y hostil y luego nos han
devuelto la esperanza con sus productos salvadores… y resulta que si hilamos
bien los hilos de la realidad real… la verdad es que tan sólo desde hace unos
diez años… se puede verdaderamente y científicamente saber si un enfermo con
amigdalitis (anginas)… tiene o no tiene difteria. Resulta que en esta película,
ahora que estamos al final, estamos descubriendo que todo era mentira: los
microbios no eran enemigos sino amigos, no eran alienígenas sino propios, ahora
sabemos que las primeras vacunas no podían proteger de nada sino que eran
altamente peligrosas; las epidemias históricas que nos han contado cuyos
nombres nos llenaban de terror… ahora sabemos, que no podían tener nombre,
porque los test que se lo podían poner, faltaban décadas para que fuesen
creados… ahora sabemos que los gráficos y estadísticas históricas y oficiales
no tenían un criterio objetivo para poder tener realidad…
¿No tiene el lector la impresión de que nos han engañado a
todos? ¿De que todas esas historias que hemos escuchado de terror y de muerte
han estado trucadas para justificar la necesidad y conveniencia de vacunarnos?
¿No tiene la impresión de que nos han contado una película de terror, para
crearnos una necesidad que nunca tuvimos?
El análisis del caso de Olot junto a la información oficial
que lo acompaña, curiosamente, debe conducir al lector a la conclusión lógica y
decepcionante de que toda la leyenda de la difteria, ha sido una farsa para
vender vacunas haciendo pasar una afección aguda de garganta y muy frecuente:
la faringo-amigdalitis febril con placas que es un cuadro común, corriente y
fácilmente tratable en un ambiente favorable, bien atendido y sin miseria… por
una enfermedad causada por un alienígena asesino, el bacilo de la
difteria, una enfermedad con fama de
mortífera, de terrible… y que los médicos industriales afirman que sin sueros o
vacunas produce la muerte.
Pero ha pasado mucho tiempo y una mentira no puede vivir
eternamente y este caso de falsa difteria en España ha desvelado las falsedades
y contradicciones que tiene la teoría de la infección de la difteria.
Las estadísticas que nos han presentado todos estos años, el
relato de las vidas que se salvaron históricamente gracias a los sueros… todo
era mentira… era mentira que existiera un bacilo alienígena porque es endémico…
era mentira que nos podíamos infectar unos a otros porque todos los tenemos…era
mentira que los sueros antidiftéricos curaran porque son peligrosísimos… todo
era falso, todo estaba manipulado, los datos eran imaginarios… y todo estaba
hecho para hacernos creer a los ciudadanos que no éramos autosuficientes, que
había peligros terribles que podían matarnos porque superaban con creces nuestra
capacidad vital de enfrentarlos y vencerlos… y que por eso…necesitábamos
desesperadamente de su sabia protección, de su poder demiúrgico, de su bondad y
de su desinterés por la ganancia, de sus inventos, de sus nuevas medicaciones y
de sus “milagrosas” vacunas.
La existencia de la difteria es, en realidad, un problema
del lenguaje que se utiliza, es una cuestión de entender la naturaleza de los
fenómenos y de utilizar una palabra u otra, de nombrar a un mismo fenómeno con
uno u otro nombre.
Si encuentras un médico que entienda que tu cuadro es una
amigdalitis aguda, unas anginas, y que tus bacilos son amigos…estás salvado. Si
te encuentras a otro y te dice que lo que tienes es difteria y que hay que
neutralizar las toxinas de unos bacilos enemigos que hay en tu interior…
prepárate a recibir una dosis importante de antibióticos y de suero de caballo
y a sobrevivir a la prueba… Según el nombre con el que el médico designe a la
enfermedad… está la clave del pronóstico y del destino del paciente. Pero eso no
cambia la verdadera naturaleza del cuadro que presentas… es el mismo.
Como hemos dicho al principio de este capítulo, el caso de
la historia de la difteria es totalmente equivalente al de cualquiera de las
enfermedades infecciosas históricas y altamente publicitadas e introducidas en
el consciente colectivo de los ciudadanos, como la tos ferina, el tétanos, el
cólera, la neumonía, la meningitis… etc. Todas ellas fueron desapareciendo del
mapa a partir de los años sesenta y aunque el sistema oficial y su propaganda
anunciaba que esa desaparición era efecto innegable de la vacunación masiva, el
lector ya sabe que fue un efecto lingüístico… se les cambió de nombre y, como
ocurrió con la difteria, desaparecieron del mapa… y si se les vuelve a nombrar
pueden hacerse reales[2].
Todas ellas requieren del moderno test o prueba de la PCR
para ser diagnosticadas, puesto que todos, sanos y enfermos, poseemos a los
bacilos (neumococo, meningococo y otros muchos cocos más) que fueron acusados
de producir esas enfermedades en la historia de las epidemias y de las
infecciones. Y en todos los casos de las demás enfermedades infecciosas
atribuidas a nuestros propios gérmenes…
tampoco hay respuesta a las mismas preguntas lógicas:
¿Como se podía saber en los años 50 que se había declarado
una epidemia de tos ferina, o de neumonía infecciosa… sin el test que
aparecería casi 50 años después?.... ¿Con qué bases de datos se han elaborado
todos los gráficos y estadísticas oficiales que nos han acompañado durante
todos estos años?.... ¿Quien ponía nombre a las enfermedades y cual era su
criterio y su método objetivo?... No hay respuesta oficial… pero el lector
tiene elementos suficientes para hacerse una idea más real sobre esta historia
y esta cultura de la paranoia que todos llevamos dentro.
Creemos que con esta información, el lector, debe tener
claro en virtud de su reflexión las siguientes realidades sobre la teoría de la
infección, las vacunas y nuestros gérmenes:
1º. Que nuestros gérmenes no son alienígenos sino que son simbiontes, incluso muchos de ellos son endemismos de la especie humana y no se encuentran en otro hábitat. ¿Cómo es posible, pues, la infección por gérmenes alienígenas?
2º. Que todos los bacilos que habían sido identificados como únicos culpables, con DNI personal y exclusivo: vibrión colérico, bacillum difteriae, bordetella pertusis… en realidad, no son ni únicos, ni extranjeros, ni culpables de nada… sino que son indispensables para mantener nuestro equilibrio orgánico.
3º. Que los históricos padres de las vacunas “salvaron “a la humanidad con unas vacunas que, en la actualidad, si alguien las administrara sería acusado de intento de homicidio. Pero que entonces no les pasó nada porque los cobayas humanos que fueron sacrificados en nombre de la ciencia no tenían derechos y, sin embargo, ellos tenían toda la impunidad que les daba el Progreso. Esa impunidad y el apoyo incondicional de la prensa hicieron posible la permanencia de esas vacunas primitivas hasta los años cuarenta del siglo pasado.
4º. Que los avances en medicina de la mitad del siglo pasado que revelaban la naturaleza benéfica y la relación de simbiosis de nuestros gérmenes, en lugar de ser una buena noticia que hubiera puesto fin a la paranoia… no fue bien acogida esta novedosa realidad entre la clase académica, política y mediática. Puesto que contradecía la visión belicista que se había seguido… después de tantos años… todos estábamos implicados.
5º. Como ya no se podía sostener que nuestros gérmenes que están presentes en todos nosotros en estado de salud y de enfermedad… indistintamente, fuesen los causantes de las enfermedades de las que se les acusaba... Para mantener toda la historia admitieron que nuestros bacilos son buenos… pero si les ataca un virus… se vuelven malos como antes y, por tanto sigue siendo necesaria la vacuna.
6º. Que después de toda esta larga historia de la cultura de la paranoia que se nos ha metido en el seno de nuestra existencia, que nos ha llevado a manipular nuestros cuerpos y los de nuestros hijos para protegerles de tantas epidemia históricas, cinematográficas y novelescas… resulta que sólo podemos saber que verdaderamente fueron… lo que fuesen… desde hace diez años gracias al último test de la verdad… aunque conforme han transcurrido las cosas, sería mucho más apropiado llamarle el test de la mentira.
[1]
El Dr. González, en su libro en defensa de las vacunas, también confiesa que
esta historia de Alaska le impresionó en la infancia, tanto, que nos la vuelve
a contar por si hubiese alguien que no la conociera. Esa historia y sus
diversas versiones cinematográficas impresionó a todo el mundo, todos nos
quedamos asombrados del valor y el sacrificio de los salvadores que llevaban el
suero y finalmente nos relajamos cuando vimos que la gente, por la acción del
suero se curaban… y todos quedamos convencidos de la bondad de los sueros, de
las vacunas y de la ciencia médica que nos protegía de los gérmenes… pero ahora
el lector tiene información para saber que en aquel tiempo (1924)… faltaban mas
de 70 años para que apareciera el test que permitiría diferenciar, sin ninguna duda, unas anginas con fiebre no
diftéricas de otras diftéricas… entonces… ¿Cómo sabían que era una epidemia de
difteria? Las amigdalitis son frecuentes en invierno… ¿por qué alguien decidió,
ese año de 1924, que las anginas de ese invierno iban a ser diftéricas?... ¿por
qué se radió a todo el mundo explicando lo terrible que era la difteria y lo
buenos que eran los sueros?... si no se podía saber si era difteria… Faltaban
más de 80 años para que apareciera el test de la verdad… y no existía forma
objetiva o científica de saberlo.
Pero si informamos al lector que en el
año anterior, 1923, se había creado en la Fundación Pasteur la segunda
generación de sueros antidiftéricos que son, mas o menos, los que se han
mantenido en el mercado hasta ahora… quizá con esta información comprenda con
mayor facilidad, lo oportuna que fue esta historia impresionante y transmitida
a todo el mundo para los intereses comerciales de la industria de los sueros
que multiplicó la producción y la venta por todo el mundo. Pero toda esa
historia, las que les siguieron, la cantidad de películas que nos han
convencido de la realidad paranoica… eran historias que no eran verdad… Como
símbolo de la poca verdad de esas historias ha quedado el monumento al perro
guía de esa expedición salvadora erigido en el Hide Park de Nueva York… el Dr.
González nos cuenta que el perrito que está allí representado no es el
verdadero… está suplantado por otro; hasta el recuerdo escultórico es una
historia impresionante y emotiva… pero que no es verdad.
[2]
Los cuadros, por ejemplo, de la terrible tos ferina que habían sido frecuentes
en las posguerras europeas, a partir de los años cincuenta, se empezaron a
llamar “bronquitis agudas”, “bronquiolitis del lactante”, “bronquitis
asmática”, “traqueitis aguda”… Estos cuadros son tratados por la medicina
moderna con antibióticos, broncodilatadores y oxígeno con relativa facilidad…
pero en los años cuarenta eran mortales
y se atribuían al microbio pasteurella pertusis. Los cuadros de cólera
morbo histórico pasaron a llamarse: “gastroenteritis”, “colítis aguda”,
“disentería” o “diarrea coleriforme”… y desapareció el cólera. Las neumonías
infecciosas por el neumococo pasaron a llamarse “neumonías agudas”, “neumonías
víricas”, “neumonías tóxicas”… cambiaron los terribles nombres históricos y
desaparecieron las enfermedades infecciosas.
Desmontando el caso Olot
Entregas anteriores:
(1) Difteria: un nombre maldito para una enfermedad común y corriente.
(2) El lenguaje como creador y transformador de realidad.
(2) El lenguaje como creador y transformador de realidad.
(3) El hechizo de la palabra en sentido inverso. Olot 2015.
(4) La inocencia de los que no se vacunan. La falacia de la inmunidad de rebaño.
(5) El test de la verdad: la última palabra de la ciencia.
(4) La inocencia de los que no se vacunan. La falacia de la inmunidad de rebaño.
8 comentarios:
Hola Jesús,
Después de leer con interés tu artículo me surge una pregunta que es probable que incluso esté contestada y yo no sepa de ella.
Si bien dices que, como ha sido posible diagnosticar antes de la susodicha máquina,
la difteria entre otras , cuando sólo esta ( la maquina ) es capaz de hacerlo con exactitud?,.....no se habrán tratado dolencias menores como moscas a cañonazos?
Dices con razón que todos somos portadores de ellas porque ellas son parte de nosotros.
La pregunta es la siguiente:
El diagnóstico que se hacía y harán,... no es determinado por el numero de bacterias que encuentran en el individuo?
Todos la llevamos ,pero una anómala superpoblación nos hablaria de la propia enfermedad?
Esta seria la diferencia entre el sano y el enfermo??
Gracias de antemano
Salud-os
Fran.
Hola Jesus, y el niño de Olot, finalmente de que murio ? Presion mediatica o cual fue el dictamen.?
Unknown, desde el punto de vista de biología sistémica, la microecología y las redes de la vida, es evidente que una superpoblación de la especie que sea puede desequilibrar un ecosistema.
Horacio: en los textos de las entregas está explicado con detalle.
Gracias por vuestro interés.
J
Entonces en caso de difteria tratándose como una amigdalitis se trata y se cura?
Lo único que no entiendo es si todos tenemos la difteria con nosotros qué diferencia hay cuando se convierte en enfermedad?
Hola, Mapsico.
Todos no "tenemos la difteria", tenemos las bacterias que la errónea teoría microbiana considera culpable de provocar la difteria.
No hay nada que "se convierte" en enfermedad.
La amigdalitis es una inflamación de las amígdalas debido a trabajo biológico necesario.
Por lo tanto no se trata de "cuararla", sino de comprender por qué ha surgido ese trabajo y colaboraqr con él en la medida de lo posible.
Un abrazo
J
Hola. De todos modos, en lo que a diagnóstico se refiere, yo pienso que habría que ver cómo son las placas, también llamadas falsas membranas, ¿no?, ya que no es lo mismo que estén en las amígdalas a que estén en la laringe... https://es.wikipedia.org/wiki/Difteria
Hola,
gracias por la información respecto al asunto, una lectura amena y fascinante.
¿La identidad del niño y de sus padres es eficientemente protegida?
¿O se sabe quienes son en petit comite pero nadie lo publica por respeto/legislación?
Gracias!
Saludos.
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